Amanecer del 5 de abril de 2015 en el que se pudieron observar lobos en la Sierra de la Culebra.

Amanecer del 5 de abril de 2015 en el que se pudieron observar lobos en la Sierra de la Culebra.

La luz, henchida, atrapa etéreas brumas, y el tiempo transita impertérrito en tierras primigenias. Donde ocultas quedan las formas, solo el supuesto palpita en eterno equilibrio. Entre sombras, el escrutinio depredador danza en sincronizada jauría; el reto ya no es sobrevivir, sino desafiar al miedo, ese que libera a la presa. La umbela morada del brezo se desprende al roce de distinto pelo y, cruje al alba el leñoso porte que sucumbe a la huella. Del acecho, quien se encarga, abate a pulmón y colmillo, y la astucia, urde la estrategia. La dimensión de quien captura, la alianza, y la salvación del acechado, la huida vigorosa. Nada escapa a la implacable armonía, aquella forjada en barro y sangre, bañada en sol y lluvia, nacida entre materia y energía…

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